JUANA 1

A veces Juana se miraba

al espejo, como por casualidad,

descubría y lamía

con dulzura, sus heridas,

que supuraban tan denso

como el dulce de manzana,

desprendiendo un olor ácido

y penetrante, que se pegaba

a la piel irremediablemente.

Juana vomitaba su dolor

caliente y rectilíneo.

Poco a poco dominaba su ira,

apretando los puños

en el azogue de ése espejo,

que hasta el día siguiente,

no le devolvería la imagen;

de nuevo contrahecha.

María Otal