Soneto

Hoy lloraban las sombras de la mano
buscando tu piel sobre la almohada,
agridulce me llenabas los labios
que jugaban mintiendo a ser granada.

Me ofrendaste tu aliento en monodosis
y tembló mi corazón como una hoja,
no hubo magia, el olvido nos llamó,
tal vez, dejó mi sangre de ser roja.

Ya no puedes volverme compañera
ni en las tardes de junio, tras la siesta,
buscarme como pez en la pecera.

Me desgarra tu amor como una fiera
y aquello que soñé, cual una fiesta,
lo dispensas, feliz, a quién lo quiera.


María Otal
06-08-06